miércoles, 13 de noviembre de 2013

Fotos // Fotos

[Versão em português embaixo]

Parece que cada vez somos más visuales. En Facebook las canciones se han convertido en imágenes, las anécdotas en historietas, la vida de cada uno en fotos. Las fotografías congelan el tiempo, son una manera de representar visualmente (y en un cuadro) un segundo (-o varios- hay obturaciones de horas), son cuentos hechos imágenes, son un pedacito de lo que se retrata, una foto de uno es también un poquito de lo que es uno: un ángulo, cierta ropa, un gesto, unos amigos, un fondo, un corte de pelo, o de lo que se fue.
Mis hermanos y yo cuando éramos pequeños

En mi casa a mi papá le gustaba tomar fotos, hay un montón de ellas en una gaveta de un chifonier que está en el cuarto de mi hermano. Fotos de cuando estábamos pequeños, mi papá tenía un jeep negro y mi mamá usaba el pelo largo. Fotos de varios momentos: primeras comuniones, cumpleaños, días de las brujitas, de mi abuela y sus hermanas estando jóvenes, mil cosas. Todo esto hasta que llegó la cámara digital a mi casa y ya no tuvimos que revelar los rollos para saber qué había ahí dentro. 

Esta semana me puse a buscar un archivo que tenía en un disco duro de un computador viejo, entré a la parte de imágenes y me encontré varias carpetas. Son las versiones extendidas de lo que vemos en Facebook, porque aquí también están las fotos donde uno salió feo, o haciendo una mueca rara, o mostrando algo que no debía, o con un gordito repelente, o lo que sea que no nos dejó subirlas a nuestro perfil. Viendo las fotos pensaba en lo que había cambiado y en cómo la gente que me acompañaba había cambiado también, me acordaba de los momentos en las que las habían tomado, por qué me había puesto cada ropa, me preguntaba dónde estaban tales zapatos, tal blusa, etc. 

Las fotos nos hacen recordar, creo que esa es su característica más fuerte. Eso no quiere decir que nuestra memoria dependa de las fotos, con seguridad hay muchas cosas que recordamos que no están fotografiadas y viceversa. Hace unos días leía un artículo en Internet que en estos tiempos de las redes sociales, cada vez más tendemos a tomar fotos y a no disfrutar del momento. Estamos más pendientes del registro que de lo que nos está pasando en frente. Eso decía un buzo que vio por primera vez a un tiburón ballena y todo eso a través del lente de su cámara.

Richard Sennett, sociólogo estadounidense, en su libro Carne y Piedra apunta que en las ciudades de hoy el cuerpo se mueve de manera pasiva, anestesiado por el espacio. En altas velocidades por las grandes autopistas es difícil prestar atención al paisaje. Algo parecido sucede con nosotros cuando sólo estamos tomando fotos. Experimentamos un estar anestesiado, una interacción pasiva, vivimos un experiencia discontinua. 

Estando en el concierto de Drexler en el Teatro Julio Mario Santo Domingo en Bogotá, a mi cámara se le acabó la batería. No tengo ningún registro de ese momento (¡Y es uno de mis cantantes favoritos!). Sólo lo que tengo guardado en la memoria y lo que me puedan contar las amigas con las que estaba. En Curitiba me pasó lo mismo, en la mitad del recorrido del busecito turístico, mi batería murió. ¿Tuve suerte o estaba de malas? Lo que me gusta de las fotos es que pueden contar más allá de las palabras, es una manera de compartir y mostrarle a los otros lo que vivimos (que podemos ser nosotros mismos en el futuro). Así es más fácil hablar de cada lugar a donde fuimos, de las personas que conocimos, de las comidas que probamos, etc. 

He tomado muchas fotos pensando en mi hermana, en algo que le voy a contar a mis papás, en alguna cosa que sé que le va a gustar a mi hermano o algún amigo. Pero también, muchas veces he apagado la cámara y he decidido enfocarme en las sensaciones, en mirar bien, en escuchar bien y en recordar exactamente cada cosa. Cuando estaba pequeña no pensaba en tomarme fotos para acordarme de mi misma cuando fuera grande. Tal vez nunca me imaginé grande, como no me imagino ahora de vieja, pero eso ya es otra historia.

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Fotos


Parece que somos cada vez mais visuais. No Facebook, as canções se converteram em imagens, as anedotas em histórias em quadrinhos, a vida de cada um em fotos. As fotografias congelam o tempo, são uma maneira de representar visualmente (em um quadro) um segundo (– ou vários – há capturas com exposições de horas), são contos transformados em imagens, são um pedacinho do que se retrata. Uma foto de uma pessoa também é um pouquinho do que ela é: um ângulo, certa roupa, um gesto, amigos, um fundo, um corte de cabelo, ou do que já se foi.

Na minha casa, meu pai gostava de tirar fotos, há um monte delas em uma gaveta de uma cômoda que fica no quarto do meu irmão. Fotos de quando éramos pequenos, meu pai tinha um jipe preto e minha mãe usava o cabelo comprido. Fotos de vários momentos: primeiras comunhões, aniversários, dias das bruxas, da minha vó e suas irmãs quando jovens, mil coisas. Tudo isso até chegar a câmera digital à minha casa, aí já não precisávamos revelar os filmes para saber o que havia ali dentro. 

Esta semana me pus a buscar um arquivo que tinha no HD de um computador velho, entrei na parte de imagens e encontrei várias pastas. São versões estendidas do que vemos no Facebook, porque aqui também estão as fotos em que saímos feias, ou fazendo uma cara estranha, ou mostrando alguma coisa que não devíamos, ou com um gordinho feioso, seja lá o que for que nos impediu de publicá-las no nosso perfil. Vendo as fotos, pensava no que tinha mudado, e em como as pessoas que me acompanhavam mudaram também, lembrava-me dos momentos em que haviam sido tiradas, por que tinha colocado cada roupa, perguntava-me onde estariam tais sapatos, tal blusa etc.

As fotos nos fazem lembrar, acho que essa é a sua característica mais marcante. Isso não quer dizer que nossa memória dependa das fotos, certamente há muitas coisas que recordamos que não estão fotografadas e vice-versa. Faz uns dias, lia num artigo na internet que, nestes tempos de redes sociais, cada vez mais temos a tendência a tirar fotos e não desfrutar o momento. Estamos mais atentos ao registro do que ao que acontece à nossa frente. Isso dizia um mergulhador que viu pela primeira vez um tubarão-baleia, e tudo isso através da lente de sua câmera. 

Richard Sennett, sociólogo estadunidense, no seu livro Carne e Pedra, aponta que nas cidades de hoje o corpo se move de maneira passiva, antestesiado pelo espaço. Nas altas velocidades das grandes autoestradas é difícil prestar atenção à paisagem. Algo parecido nos acontece quando estamos tirando fotos. Experimentamos um estar anestesiado, uma interação passiva, vivemos uma experiência descontínua. 

Em pleno show do Drexler no Teatro Julio Mario Santo Domingo, em Bogotá, minha câmera ficou sem bateria. Não tenho nenhum registro desse momento (e é um dos meus cantores favoritos!). Só ficou o que tenho guardado na memória e o que podem me contar as amigas com quem estava. Em Curitiba aconteceu a mesma coisa, na metade do passeio do ônibus turístico, minha bateria acabou. Tive sorte ou azar? O que eu gosto nas fotos é que podem contar para além das palavras, é uma maneira de partilhar e mostrar o que vivemos aos outros (que podemos ser nós mesmos no futuro). Assim é mais fácil falar de cada lugar aonde fomos, das pessoas que conhecemos, das comidas que provamos etc. 

Já tirei muitas fotos pensando na minha irmã, em algo que vou contar aos meus pais, em alguma coisa de que sei que meu irmão, ou algum amigo, vai gostar. Mas também, muitas vezes, desliguei a câmera e decidi me focar nas sensações, em olhar bem, escutar bem e recordar exatamente cada coisa. Quando era pequena, não pensava em me fotografar para me lembrar de mim mesma quando ficasse grande. Talvez nunca me imaginasse grande, como não me imagino velha agora, mas essa já é outra história.

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3 comentarios:

  1. A mi lo que más me sorprende es aquella gente que hace fotos a espectáculos estrictamente visuales que solamente se gozan plenamente viéndolos en directo y no viéndolos después en la grabación de la cámara ( los fuegos artificiales, por ejemplo). Aun y así se empeñan en grabarlo toooodo y o disfrutan del momento.

    Me encanta mirar fotos que cuando era pequeña; tantos recuerdos! Y agradezco que algunos estén fotografiados porque sino no me acordaría.

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  2. las imágenes del corazón son las que realmente quedan, en la barahúnda digital de nuestros días eso se tiende a olvidar. yo prefiero escribir para recordar, pero a mi hija le hago un registro eterno de sus risas en la cámara del celular. un saludo.

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