domingo, 28 de diciembre de 2014

Montería y sus anaranjados

Cada vez que salgo del avión cuando llego a Montería desde Brasil respiro profundo y me quedo viendo el horizonte por el tiempito que me deja la persona que va atrás de mi. Una de las cosas más lindas que tiene este lugar es su atardecer, me idiotiza ver el cielo ligeramente lleno de múltiples anaranjados con el valle del Sinú de fondo. Esta vez no fue diferente. Al dar el primer paso cuando salí del avión respiré profundo, y me quedé viendo el horizonte hasta que la señora que venía detrás de mi me tocó el hombro. Esperando las maletas pensé que toda mi vida, o por lo menos por mucho tiempo, seguiré haciendo lo mismo año tras año, hasta que ya no me quede otra persona que visitar en Montería.

Montería es la ciudad donde nací y donde viví hasta los 17 cuando me mudé a Barranquilla para ir a la Universidad. Ahora que vivo en Brasil vengo por lo menos a pasar navidad aquí. Desde la primera vez que me fui no la he visto con los mismos ojos. Mirar desde lejos siempre es más fácil. Entender lo que pasa en tu ciudad cuando tienes tiempo de no visitarla, es paradójicamente más fácil. Nelson Mandela decía: “No hay nada como volver a un lugar que no ha cambiado, para darte cuenta de cuanto has cambiado tu”. Es exactamente lo que me pasa con este lugar. Cada vez que me alejo y vuelvo me doy cuenta que aunque hayan más centros comerciales y las personas coman sushi, esto sigue más o menos igual. Entonces la que he cambiado he sido yo.