lunes, 26 de marzo de 2012

Texto para ser leído en voz alta (2)

La lluvia moja la mesa, el piso, el techo, mi cuadra, el barrio, la ciudad. Salgo a la terraza a escuchar más de cerca el plic, plic, plic, plic de las gotas que caen en los charquitos. Plop, plop, plop, plop, cae la lluvia, brom brom braaaummm truena y relampaguea. La gente camina más rápido. La gente se tapa de la lluvia con paraguas, con libros, con bolsas, con impermeables. Hay otra gente que no se tapa. Tlic tlac tlic tlac tlac es la lluvia que cae entre las plantas que tiene mi madre en la terraza. La lluvia que sigue y que sigue y que moja mis ganas sin tocarme. La lluvia, la lluvia, la lluvia, la llu llu llu llu lla lla lla llu llu vi vi a a a a se compone de gotas, goticas y gotas que se acumulan en el piso formando charcos que la gente pisará después de que ha cesado la lluvia. Cierro los ojos,  escucho llover, escucho las gotas plac plac plac plac plop plop. Cierro los ojos, escucho llover, escucho la gota que cae del techo plic         plic         plic           plic         plic. Brum brum brum braaauuummm ploc ploc ploc ploc brum brum brum braaauuummm, plac plac plac plac, braaauuum, los truenos se intensifican. La lluvia, la gente, las matas, mi madre, las gotas. Plic plic plic plic. La lluvia que pesa, la lluvia que cesa, los días de lluvia.

Este texto lo escribí después de escuchar un texto parecido. Me pareció bonito el uso de las sílabas para remembrar el sonido de las cosas.

viernes, 23 de marzo de 2012

Texto para ser leído en voz alta (1)

No fueron ni uno, ni dos, ni diez, los años que Homero esperó. Todas las noches antes de acostarse cerraba los ojos y decía en voz alta: “¡Diojmio, que vuelva! ¡Yo te lo doy todo!: Mi carro, el perro, el cigarro, mis joyas, mis ollas, mi casa, mi cama, mis comas, mis cosas, mis huesos, mis libros, mi gato, mis gotas, mis ramas, mis remos, mis pesos, mi loza, mis lazos, mis lunas, mi cuna, mi vaso, mis besos, mi queso, mi agua, mis tierras, mi carne, mis martes, mis trajes, mis peces, mis nueces, mis reses, mis meses… ” Hasta que se quedaba dormido. Al día siguiente despertaba  con el ruido del tráfico, se bañaba, se miraba al espejo al cepillarse los dientes, se vestía, tendía su cama, desayunaba, y se sentaba al lado de la ventana a ver pasar el tiempo. En su casa no habían relojes, pero Homero conocía más los días que cualquier otra persona.