domingo, 28 de agosto de 2011

¿Qué prefieren los hombres?

¿Cómo conquistar a alguien? es la pregunta que me llevo haciendo estas dos últimas semanas. He olvidado todas las tácticas y los métodos ¿Existe un manual? ¿Dónde lo venden? ¿En algún out-let?

Las miradas son importantes, dice mucho mirar sin hablar, pero también sin palabras no se llega a nada, hay que escoger bien la forma y el fondo. Conquistar es como venderse, mostrarse. Hoy escuché una canción de Teatro Mágico, un grupo brasilero, que dice: "Ella no sabe quien soy yo, ella no habla mi idioma" y con esto reforcé mi pensamiento de que para lograr esa venta el idioma es fundamental.

Cuando se quiere estar con alguien el físico hace parte del gran todo, pero no es lo único, conozco tipos bonitos que no tienen nada en la cabeza, también conozco tipos bonitos, que se creen feos y así ya vamos mal. Particularmente, mis gustos no van con el típico modelo hollywoodense del tipo mono de ojos azules, a mi me conquista la actitud y esa mirada al mundo desde una óptica escondida .

Un amigo dice que si una mujer no le presta atención de entrada, tampoco le prestará a la salida, para mí, tiene algo de cierto, pero también me parece un pensamiento conformista, un extremo, el otro sería la intensidad. ¿Habrá alguna fórmula? A ciertas mujeres les gusta que le regalen flores y las saquen en carro a pasear, a comer, al cine. ¿Qué prefieren los hombres?

Centros comerciales

Los centros comerciales son casi iglesias, la gente va los domingos y entrega al consumismo su diesmo. Pedro Guera dice en un concierto que estando en Colombia pidió a alguien llevarlo a conocer la ciudad, y esta persona lo llevó a un centro comercial, queda claro que clase de persona que era esta, que se olvidó que existen los parques, los atardeceres, los museos o los lugares turísticos . Las ciudades no se conocen por los centros comerciales, cuando se entra ahí las personas se convierten en ciudadanos de occidente y es como si perdieran su nacionalidad y tradiciones, no existen muchas diferencias entre un centro comercial de Buenos Aires, uno de São Paulo y otro de Bogotá, las marcas pueden variar, la fisionomía de la gente también, pero el acto de querer vender (y comprar) hasta la madre, es el mismo. De los centros comerciales me gustan los cines, para conocer el movimiento de una ciudad, prefiero ir las ferias, por ejemplo.

Feria Hippie  - Belo Horizonte (Brasil)

martes, 16 de agosto de 2011

Libros usados

Buscando un lugar donde vendieran libros baratos en esta ciudad, alguien me dijo que se conseguían de segunda en la calle Padre Café después de la estación de gasolina de la Av. Independencia. Desde hace varios días estaba con la idea de ir, pero ahora estoy con Estrella distante, un libro de Roberto Bolaño que compré en el viaje a Buenos Aires y siempre me he dicho que es mejor no comprar libros hasta que no termine lo que estoy leyendo, también siempre termino haciendo lo contrario, así que emprendí mi búsqueda.

El nombre del lugar no lo sabía, llegué a la calle que me dijeron, pregunté en la farmacia de la esquina y el vendedor me dijo que había algo parecido a la mitad de la siguiente cuadra, fui para allá y mientras lo hacía me imaginaba en una película, como Julia Roberts en Comer, rezar y amar conociendo las calles de Italia, a diferencia de que ella estaba en Milán y yo en Juiz de Fora, pero puedo decir que el sol , mis gafas oscuras y la botella de agua en la mano me hacían imaginar una cámara en frente mio siguiendo mis pasos.

Cuando llegué a la mitad de la cuadra vi un letrero que decía Quarup, tenía cara de lo que estaba buscando, pero no veía libros por ningún lado, era un pasillo largo, tipo la ultima sede de Caza de Poesía en Barranquilla, entré, el pasillo estaba lleno de plantas y al final de él había una casa pequeña, con una mesa y varias sillas afuera, en una de las sillas estaba un señor que me recibió con la frase "A ti te estaba esperando", y llegué a asustarme, ¡Yo también estaba esperando esté momento! debí contestarle, pero luego entendí que el tipo estaba equivocado.


Afuera de la casa también estaba una pila de libros viejos en inglés, me senté a esperar a que alguien llegara a abrir la libreria, y después de unos 10 minutos apareció un señor que me hizo pasar de una vez. No conocía algo parecido, las paredes estaban llenas de libros en inglés, español, italiano, y había montañas de libros y revistas. Ahí me tomé un café que me brindó el vendedor, y me llevé varios libros de arte y una novela de Jorge Amado, un famoso escritor brasilero. Juiz de Fora me sorprendió, parece que tres meses no fueron suficiente para conocerla como me hubiera gustado. Estas son las cosas que me gustan de las ciudades, lugares que tienen una magia que no logro describir, pero que se siente.

domingo, 7 de agosto de 2011

Mi Barranquilla

Hoy sentada por fin en un café en Juiz de Fora, tomándome un macchiato, le contaba a mi amiga brasilera que viví en Barranquilla por seis años. Sentí que tenía tantas cosas que contar que no me iban a caber en la boca. Barranquilla es una ciudad llena de situaciones que me sorprendieron para bien. Los personajes que viven allá no se encuentran en otros lugares: el tipo que vende aguacates en el semáforo de la 75 con 51 y que se viste de saco y corbata bajo un sol que provoca una temperatura de 40 grados centígrados. Anibal Tobón, de la sepultada Caza de Poesía, con su barba, su pinta y las tantas cosas que ha hecho para que actividad cultural barranquillera no sea sólo un recuerdo. El señor que trabaja en el mercado y se parece al Ché Guevara. Marcos, el vendedor de libros de segunda que hace un par de años se suicidó, y otros tantos, sin meter a las personalidades del Carnaval, que ya son otro cuento.

Los lugares en Barranquilla, siempre están contando historias, es como si las personas que estuvieron ahí hubieran dejado rastros en las paredes, unos rastros que no son visibles, pero que se sienten. Ir a Lunabril, por ejemplo, un barcito que queda en la 49 con 74 en el Prado, uno de los barrios más viejos de la ciudad, implica sentarse a tomar cerveza no sólo con las personas con que las que se va, sino también con las que en otro tiempo estuvieron ahí. La casa cuenta una historia, que para cada quien puede resultar diferente, pero que a la final es una historia buena, con energía positiva, que calma, que me hacía olvidar de tantas cosas. Los fines de semana, generalmente, después de ahí me iba para La Troja, que como ya he hablado antes en el blog, es un sitio de salsa muy famoso y popular, considerado como patrimonio de la ciudad y en donde se conservan long play’s muy antiguos y de los cuales, algunas veces, existen pocas copias en el mundo. La troja queda en la esquina de la 74 con 44, abren desde la tarde hasta las tres de la mañana, es un lugar muy iluminado al que va todo aquel que le gusta bailar salsa, no importa si es rico, pobre, bajito, alto, feo, bonito, homosexual, heterosexual, sino sabe bailar, si sabe, no importa.  Lo que importa es disfrutar de la noche hasta que el cuerpo aguante.

En Barranquilla siento un ambiente de bacanería típica de todo el caribe colombiano, y que describiría como la forma de actuar que tienen las personas en pro de los otros, de querer compartir con respeto la fiesta, el sentirse a gusto. Eso es un bacán, un tipo chévere, legal, que no está pensando hacer mal, sino, por el contrario, en agradar a las personas de una forma relajada, informal, haciéndolas sentir en confianza, sin perder el respeto. Personas así se encuentran en el mercado, en las fiestas, en los parques, yo diría que todo barranquillero lleva un bacán en sus adentros que sale a la luz dependiendo de las circunstancias.

En fin, tantas cosas: sus edificios, sus problemas, los arroyos, su música, la gente, cosas que hay que vivirlas para entenderlas, cosas que me hicieron conocer más al Caribe, ese Caribe colombiano, que como decía David Sanchez Juliao, va logrando una gradación, como la de los colores, desde Córdoba hasta la Guajira, en la forma de hablar de su gente, en su música, en la comida, las cosas que hacen a diario, etc.


jueves, 4 de agosto de 2011

Para ser sincera

Para ser sincera, he borrado de mi computador todo rastro tuyo con el firme propósito de que salgas de mi cabeza. Para la gripa que tengo ahora tomo unos sobrecitos con sabor a naranja, ¿Qué tomo para ti? ¿Algo con sabor a olvido? 

No hay que confundir la soledad con el amor

No importa que los vinos se te suban a la cabeza,  no llames, ni escribas, ni escuches las canciones que te traen más recuerdos, esa persona no va a volver así de fácil. La soledad no es mala, sirve para conocernos, para hacer lo que nos gusta, para gastar tiempo con nosotros mismos, entrenarse, ser más fuerte.  
No hay que confundir la soledad con el amor, si las cosas se acabaron, por algo fue.  A veces recordamos más las cosas bonitas que los desastres y terminamos enredados otra vez, pero no te preocupes, con el pasar de las horas te darás cuenta que estás equivocado, que no es que se están despertando esos sentimientos, es que te sientes solo.
No hay que confundir la soledad con el amor. Que necesites a alguien no quiere decir que ames a la persona que se fue, puede ser algo corporal, ya sabes, necesidades básicas. Date tiempo, descubre qué es lo que realmente te gusta, haz ejercicio, mírate en el espejo, quiérete, amate en silencio, encuentra el silencio.