jueves, 13 de diciembre de 2012

Mi Montería para Mischa

Hace poco Mischa, mi hermanita de Brasil, me dijo que no podría venir a Colombia este fin de año. Antes de eso yo, cada vez que me acordaba, planeaba a dónde iba a llevarla. Por supuesto, el tour comenzaría en Montería, y pensaba: “La Montería ‘turística’ se recorre en un día, pero ¿Cómo mostrarle a Mischa la ciudad que llevo en mi memoria, el lugar donde nací y el que le aporta algo cada vez que voy a esto que soy?”

Si el tour pudiera hacerse, además de los lugares, en el tiempo, comenzaría en 1988 u 89 en Buenavista, el barrio donde nací y viví con mis papás y mis hermanos hasta los 3 años en una casa grande de alquiler de la que tengo más historias que recuerdos, le pediría a mi mamá que nos pintara las uñas y nos pondríamos en la ventana a esperar que se secaran, e iríamos a la casa de mis tíos Moisés y Rossana que quedaba en la esquina de la cuadra para jugar en la sala con mis primos.

Después la llevaría donde viven mis viejos ahora, en el barrio Alcazares 2, donde están gran parte de mis recuerdos de niña, llamaría a todos mis amigos de la cuadra para jugar con ella al fusilao’, le diría a la señora Estela que saque la bicicleta roja pequeñita con la que aprendí a andar sin llantas extras, y le pediría a mi papá que le compre otro par de patines a ella para andar por el corredor del colegio de la Sagrada Familia y rasparnos las rodillas intentando hacer vueltas.

Seguramente, también la llevaría al cine, primero a ver El Rey León en el Cine Sinú y luego a ver Titatic o Notting Hill en el cine de Plaza de la Castellana. Me gustaría llevarla a Coveñas en el Suzuki rojo en las piernas de mi tía Geña para jugar con mi tío George y todos en las olas de ese Mar Caribe, tan cálido y tan limpio de aquellos años.

Quizás la siguiente parada para Mischa sería en el 2002, en un cuartico alejado de mi colegio donde solía ensayar con la banda de rock de chicas en la que cantaba y la próxima sería la finca de Chamo en Ciénaga de Oro en el 2004 para tomar ron y cantar vallenatos de los viejos con guitarra y saxofón.

Los sitios a dónde van los pocos turistas que llegan a Montería no tienen nada que ver con lo que he mencionado. Algunos de estos ya no existen, o tienen otro nombre, así que como buena brasilera Mischa no podría irse de Montería sin visitarlos. No la dejaría poner un pie en el avión sin conocer La Ronda del Sinú y los atardeceres en el río, sin comer en La Bonga, sin conocer las mansiones del barrio El Recreo, sin tomarse unas cervezas en el Paseo del Sol, sin ‘experimentar’ (como diría ella) el bocachico frito con yuca, el raspao', el chicheme, las rosquitas con Kola Román, el mote de queso, los piononos, toda la variedad de dulces, el arroz con coco, los quibbes y la comida árabe de Cereté, el peto, los patacones y la yuca con suero, el jugo de guayaba agria, etc., es decir, engordaría lo mismo que yo engordé cuando viví en su casa, o más!

La Montería de ahora no tiene mucho que ver con la que conocí antes de irme a vivir a otras ciudades, ha cambiado. No fue ahí donde aprendí a conocerme, a conocer más de la vida y a usar mis herramientas para batallar en el mundo, eso comenzó en Barranquilla, mi Barranquilla, la que tanto recuerdo, de la que tanto hablo, la que siempre me espera con los brazos abiertos, de la que siempre me despido como si no fuera a regresar. La Barranquilla de mis hermanos del alma, mis amigos, mis amores, la ciudad que es mitad salsa, mitad vallenato.

Lo primero que haría con Mischa sería presentarle a mis amigos, los que están, lo que se fueron, los que llevo en el corazón. Después nos iríamos todos a La Plazita frente al Parque Venezuela, un viernes a escuchar música en vivo, comer pizza y emborracharnos con vino. La siguiente parada del tour sería en Caza de Poesía, la que quedaba cerca del parque Las Américas, para presentarle a Aníbal Tobón y tomar cerveza a precios de estudiante, creo que mi hermanita brasilera se divetiría en un carnaval en Ay Macondo, o bailando salsa en La Troja, quizás yendo a una versión del Carnaval de las Artes, viendo un atardecer en el mirador de Buenavista, o disfrutando de la soledad de Lunabril.

Bar Lunabril - Barranquilla
Hoy estoy viajando para Montería a pasar Navidad y Año Nuevo con mi familia, pensar que mi vida no está allá, que para algunos tan sólo soy un recuerdo, que no hago parte de sus vidas, como dice un amigo, me pone a escribir estas cosas. Espero que Mischa venga algún día, me la imagino diciendo: “No te preocupes, chica, eso es normal” y que por lo menos a través de las palabras pueda transportarla en el tiempo.