sábado, 26 de noviembre de 2011

Cromosomas y diablitos

Estudiar en un colegio de monjas no es fácil. Tampoco es fácil estudiar en un salón de clases con un profesor al que acusé de discriminador, casi nazi, claro que debo reconocer que gracias a él escuché por primera vez conscientemente a Vivaldi y sus Cuatro estaciones, algo que me acercó de cierta forma al arte. El hijo de mi profesor estudiaba música en la Nacional de Bogotá, y para mí eso era una cosa de otro mundo. Mi profesor de música en el colegio decía que el tipo era bueno, y según mis analisis actuales, puedo decir que lo admiraba. Javier, empezó a trabajar en colegio porque al profesor de música anterior lo habían echado, aún desconozco las razones, y es algo que tampoco me importa.
No recuerdo cómo, pero un día terminé cantando en una banda de chicas que no tenía  nombre dirijida por Javier, o lo contrario, tenía tantos nombres que ya no sabíamos cómo nos llamábamos, para mí era Cromosoma X. El grupo estaba conformado por cuatro: Vanessa, en el bajo; Mónica en la guitarra eléctrica, Briana en la bateria, y este pecho en la segunda guitarra y voz. Los instrumentos eran armados por retazos: El bajo y la planta de bajo eran prestados, cada jueves Vanessa llamaba a los bajistas que ella conocía en Monteria y lograba que alguno le prestara el instrumento que necesitaríamos para el viernes en la tarde, en la semana Vanessa practicaba con una guitarra acústica normal. La guitarra y la planta de guitarra eran de Javier, la bateria eran las sobras de una extinta banda de guerra del colegio, una bateria marca Remo que espantaba hasta las cucarachas del salón donde ensayábamos, y mi guitarra electroacústica era el resultado de vender brownies en el recreo y del dinero de un papá generoso.
Tocamos en varias partes, para ser principiantes, hacíamos show, pues una banda de rock en una ciudad pequeña no es muy convencional y menos una banda de chicas, tocamos en dos de las más importantes universidades, salimos en la radio, hasta Clavita nos sacó unas líneas en el periodico El Meridiano, conocimos muchas personas que ahora son músicos profesionales y lo más importante, disfrutamos tanto como pudimos.
La banda tuvo sus conflictos, Mónica se fue de la ciudad, e inténtamos con otras personas, pero nunca funcionó, en uno de los intentos de resucitar a Cromosoma X, nos fuimos a ensayar a un bar del hijo de las señora donde vivió mi tio en la adolescencia, él cual muy amigablemente nos prestó los instrumentos del lugar, aunque poco después de estar en acción se apareció Jose Matera, el cantante de Los de Adentro, y hasta ahí llegó el ensayo, supondrán las razones.
Las monjas nunca nos quisieron del todo, empezando porque todos los viernes les dañábamos la tarde y teníamos un aire 'diabólico' que supongo ellas no soportaban. Con el tiempo la banda pasó a la historia y de vez en cuando Briana y yo hablamos al respecto, ella estudia Ciencias políticas en Buenos Aires, hace unos meses fui a visitarla, de Vanessa y Mónica sé muy poco, de Javier que vive en Bogotá, que grabó un cd y que es un tipo que lucha realmente por sus sueños. Lastimosamente en esos días ni YouTube ni las cámaras digitales estaban masificados, sólo quedan en la memoria la música que invadía mis tardes de colegio en esa época y el tiempo en donde me sentía realmente libre. 

viernes, 25 de noviembre de 2011

Escaleras

Vivo en el apartamento 405. Todos los días de mi vida subo (y bajo), por lo menos, 3 escaleras. Recién nos mudamos a este lugar me quejaba, no entendía porque al arquitecto del conjunto no se le ocurrió instalar un ascensor.

Ahora es parte de mí, subir al cuarto piso lo encuentro normal. Mis piernas, mis brazos, mi miente y mi cuerpo se han acostumbrado paulatinamente a ello. He calculado el tamaño de los escalones, conozco el lugar estratégico para poner mis manos, sé exactamente donde tengo que pisar para no caerme al dar la vuelta, puedo andar por ellas en sandalias, tenis e incluso tacones. 

Subir escaleras con agilidad y sin cansancio ha sido cuestión de tiempo, como todo en este mundo. Hace una semana leía en una famosa revista nacional que los genios no existen, su éxito reside en las horas de práctica que le dedican a lo que hacen. 

El tiempo es el gran causante de muchas cosas, agregando que es importante ser constante y disciplinado, ya sea porque nos toca, como es el caso de las escaleras, o porque nos gusta. Con el pasar del tiempo se olvida o se aprende, o puede ser solo lo último, cada cosa que aprendemos se va superponiendo y es eso lo que llamamos olvido. El tiempo es la gran encubadora de cosas buenas y también el gestor de vicios implacables. 

Nota publicada en el blog Mil canciones incrustadas en los Huesos el 15 de Julio de 2010. 

domingo, 13 de noviembre de 2011

Personas-Chocolate

Este parrafo me le encontré en el computador viejo. Lo escribí hace algún tiempo y me pareció chévere. Ahí se los dejo.


Todos tenemos cosas raras dando vueltas alrededor de lo que somos. Raras en el sentido de que no son parte de uno aunque estén ahí. Son como el chocolate que está en la puerta de la nevera y no es nuestro, aunque el cuerpo se rebose de ganas no debemos tomarlo. Si lo hacemos vendrán las consecuencias: El dueño nos reclamará, tal vez nos pida que le compremos uno nuevo, que no lo volvamos a hacer, quizás no meta más chocolates a la nevera, o los esconda detrás de las verduras. El chocolate no es nada raro. Hay chocolatinas en todos los supermercados. Lo raro es que esté en mi nevera, y no pueda (deba) comerlo. En el mundo existen personas-chocolate, ahora mismo está una tocando la puerta. Quiero abrirle, pero no la dejaré pasar. Creo que se ha equivocado de apartamento. 


martes, 8 de noviembre de 2011

Normal

Los sentimientos son propios del ser humano. No existe la insensibilidad en nosotros. Todos, sin excepción, amamos, o odiamos, nadie se va desde este mundo sin sentir, sin ir mas allá de la razón. Algunos son más expresivos, con los gestos, las palabras, las formas de actuar, van diciendo lo que se les pasa por el corazón, otros, simplemente guardan silencio, usan gestos neutrales y van por la vida como si nada les importara, también hay personas en el medio, personas que se pasean por los matices. Creo que todos tenemos partes en nuestras vidas en donde no compartimos sentimientos con el otro, entiéndase otro, como el sujeto con el que completamos una relación, ya sea de amistad o de pareja, entonces resulta que encontramos momentos especiales donde el otro no lo ve, sentimos la felicidad al lado, pero el otro no la siente, creemos que son minutos irrepetibles, pero el otro lo encuentra absolutamente normal, también hay ocasiones donde somos el otro. Con el pasar del tiempo puede ser que lo que nos hacía amar la vida, desaparezca, lleguen otras personas, seamos diferentes, o también puede ser que no hayan eventos mas allá (o menos acá) de lo que es natural, y el amor, en cualquiera de sus facetas, esté dentro de lo que llamamos normalidad, nada que se ubique en los extremos, ni es la felicidad plena, ni la tristeza que nos inunda.


domingo, 6 de noviembre de 2011

Nudos

Hoy escuché un comentario que me hizo reflexionar. Realmente me causó gran tristeza, porque seguramente muchas personas piensan parecido. No podía creer lo que esa persona estaba diciendo. Aparte de quitar cierto atractivo que veía en él, me hizo entender un poco donde vivo, me hizo ver al egoísmo frente a mí, me hizo cambiar mi concepción de mundo. Yo no acostumbro a tocar esos temas aquí en el blog, pero tengo que desahogarme, espero que no manden una carta de no sé donde insultándome, como me pasó con otra nota.

Creo que la educación es un derecho para todos. Gracias a la educación es que los pueblos avanzan, porque a través de ella se genera conocimiento. Estoy sentada frente al computador, porque a alguien algún día se le ocurrió que las comunicaciones podían ser digitales, y se detuvo a ver y a experimentar, hasta que llegó a esto a lo que en este momento doy golpecitos para transmitir a una pantalla lo que pienso.

La educación en Colombia no es la mejor, somos un país que no investiga, y que seguimos copiando muchas cosas de Europa. Particularmente, desde el diseño puedo decir que en la universidad aprendí más de la historia del diseño europeo que del diseño latinoamericano. Igualmente cuando estudiaba música.  Gran parte de mi plan de estudios eran piezas de Bach, Beethoven, Mozart, etc., "porque eran la base" de lo que hoy se conoce como música occidental, todos europeos.  Porque aunque queramos ocultarlo, seguimos atados a este continente, ya no con cadenas que hacen sangrar, sino con otro tipo de ataduras, y es la educación (y con ella la investigación) una manera de romper estos lazos.

Cereté - Córdoba - Colombia

Somos una nación que tiene capital para invertirle a la educación así como lo ha hecho con la guerra y como lo han demostrado los grandes robos que salen en los diarios, somos un país pobre, porque con eso hemos crecido, y no es fácil salirse de ahí. Para entender que la educación la debemos tener todos se necesita de educación, ver nuevos horizontes, creer que existen más posibilidades. No me imagino a Elvira, la joven que ayuda a mi madre con las labores del hogar, pensando que puede salirse de ahí. No porque ella no tenga las capacidades, porque sea menos que yo, sino porque no tiene las herramientas suficientes para pensar que es posible la movilidad social, que aunque su mamá se haya casado a los 15, haya tenido 6 hijos, y también haya sido muchacha del servicio, ella puede salir adelante con su trabajo y esfuerzo. Algo parecido pasa conmigo en diferentes proporciones.

Elvira no sabe leer, a lo sumo escribe su nombre, y ese es el perfil necesario de un pueblo maleable, de un pueblo que se deja convencer con espejitos, cemento, y ladrillos para una casa nueva. Eso es lo que se necesita para que unos cuantos tengan oportunidades y los otros se pudran en la miseria. No se puede decir que la educación es un privilegio para pocos, eso sería volver varios siglos atrás. Todos, sin discriminación, debemos tener la oportunidad de ir a una escuela y aprender, y dejar de ser mano de obra barata, dejarnos asombrar de los países que sí investigan, soltar los nudos que nos atan a la pobreza. 

martes, 1 de noviembre de 2011

Olvido

El olvido es el gran antídoto para el dolor. No hay nada más poderoso que olvidar. Me refiero a los dolores del alma, porque para los dolores del cuerpo existen otras cosas que salen de laboratorios o de cabezas ‘creativas’, también de la experiencia. El problema del olvido que entre más tratemos de olvidar, menos lo hacemos, porque si nuestro deseo es olvidar el objeto es porque está ahí, latiendo. El olvido es igual a pasado, no existe en el futuro, ni en el presente. Para el olvido lo mejor es pensar en otras cosas, buscar nuevos paisajes, abrir nuevas ventanas, pasar la página, las nuevas vivencias van tapando el hueco en donde vive lo que queremos olvidar y es así como avanzamos. Por lo menos así ha sido conmigo. Se me queda el celular en la casa porque seguramente pensaba en un asunto más importante, no recuerdo ciertos nombres porque no los uso diariamente, porque no tienen gran peso en mi vida. Olvidar es sinónimo de superponer, de abrirle los brazos a lo nuevo, a lo no-vivido.