viernes, 20 de mayo de 2011

Domingos

Los domingos se me hacen interminables. Tal vez sea porque no tengo mucho que hacer sumado a las ganas de no querer ni moverme de la silla frente al computador. Son una cosa de otro mundo, o algo de este mundo disfrazado de viaje sin destino o de túnel interminable. El tiempo se vuelve un caucho gigante que se estira e intenta enrollarme y atraparme mientras yo hago malabares intentando escapar.
El desayuno se vuelve almuerzo y la cena desaparece,  mi pijama me goza desde que me levanto hasta que pruebo champú en la noche, chateo con los contactos del Messenger que no existen en la semana y mi celular se pierde entre las sábanas.
La música impera, pero no como todas las noches, el vacío de los domingos es tan grande, que ella tiene de donde escarbar, y se mete y se mete por todos los recovecos, tocando el polvo y la mugre del piso, avivando la tarde amarilla que deprime el ánimo, haciéndome cantar y pensar en otras cosas.

Nota publicada en el blog Mil canciones incrustadas en los huesos el 10 de agosto de 2010

sábado, 14 de mayo de 2011

Algo para ser leído a luz de una vela

Es la una de la mañana, la hora en que las heridas son más hondas y la sensibilidad más aguda. Detrás de mi,  y muy claramente, escucho el silencio de alguien que ya no está. De alguien que se fue con un adiós confuso, con un adiós que yo no había querido entender: la mano alzada moviéndose de un lado a otro no me decía nada.
A veces me pongo a pensar y creo que es indefenso, que es tan sensible como yo y que ha sido herido tantas veces como yo, pero lo único que logro con eso es reunir razones para buscarlo, porque en algún momento fui cobarde, me sentí sola y quería compañía, porque todavía sigo pensando en si llamar o no llamar, porque he sentido el rechazo tocándome el hombro, y es horrible.
Ojalá me salieran las palabras cuando está en frente para decirle que me ha hecho daño, que cada vez que lanza un "no" siento algo en el pecho, como una falta de aire, y lo pienso, y me siento tan regalada. Sentir. Sentir. Sentir. ¿Para qué?. No es algo más que un veneno para el corazón. Siento que no siente lo mismo que yo y no se va aunque diga adiós, no se va de esta cabeza que no tiene nada que hacer, no se va aunque mueva muchas veces su mano.