Estar lejos

“Estar lejos me hace daño” dice Fonseca en la canción que grabó con Willie Colón. A veces me pasa. A veces lo siento así. Estar lejos para mí significa ir a cine sola, hacer muchas cosas sola, de vez en cuando tomar cerveza con gente de mi país o de otros países, conocer brasileros fuera de la universidad, autoalimentarme, aprender a llevar la soledad, aprender a cuidarme. Podría escribir una guía actualizada de como estar lejos y no morir en el intento. 

Cuando era más joven me preguntaba porque los colombianos que viven fuera andan con muchos colombianos y a veces terminan casados o enrolados con colombianos. Me parecía tonto, inexplicable. Pero ahora lo entiendo. Estar lejos te muestra lo que eres y lo que es tu país, te hace valorar la semejanza con tus coterráneos, aunque estando en Colombia, pareciera que todos somos tan diferentes.

Belo Horizonte (Brasil) - Foto de: Irina Henríquez

Hay gente que me pregunta qué es lo que más extraño de mi tierra, y mucha veces he respondido que la comida, que la música, pero si pienso mejor, concluyo que es mentira. No me hace mucha falta el patacón, ni el mote de queso, bueno el mote de queso ¡Tal vez! 

Arturo, un amigo colombiano que conocí aquí en Brasil y que trabaja aquí, está ahora en Colombia y antes de irse me dijo: Matina, ¿Qué quieres que te traiga el mes que viene cuando regrese a Brasil? Yo, pensando en lo que otros colombianos piden siempre, le respondí que quería masa para hacer arepas y unas Wafer Jet. Hoy pensando en todo eso, y después de la visita de mi amiga Irina Henriquez (de Colombia), creo que le diré a Arturo que me traiga un paquete con la noche barranquillera, con un abrazo de mi familia, con el oído de mis mejores amigas, con tiempo para ir a tomar café colombiano y comer piononos y hablar del clima, del tipo que pasa, de los chismes del barrio, de los problemas económicos y políticos, por mí, le pidiera a Arturo que me trajera en un tarrito el olor de Colombia, la sonrisa de mi hermana, los chistes de mi papá, las frutas que compra mi mamá, la manera en que está organizada mi casa. 

Sale mejor regresar. Pero sé que cuando vuelva también me va a hacer falta lo que estoy viviendo aquí en Brasil, ¿Alguien me explica? Estar lejos me hace pensar en cosas como la teleportación. Abraham, otro de mis amigos colombianos de aquí me dice: Yo a veces quiero hacer así (chasquea los dedos) y estar un fin de semana en Barranquilla y volver. Después de escucharlo quedé con la idea. ¿Será que la física cuántica me puede echar una manito? 

Estar lejos me hace daño, aunque ese “daño” me ha hecho más fuerte. Para mí, a mis 25, se me hace imposible quedarme en un solo lugar, tal vez más tarde cambie de opinión, tal vez mis circunstancias sean otras, me gusta conocer, no quiero que todo esto suene a reclamo. 

Las otras veces que he estado lejos, un lejos metafórico, no necesariamente geográfico, también me han enseñado cosas. Extrañar es jodido, y en algunos casos no queda más remedio que la resignación y disfrutar del sentimiento. En la película Comer, Rezar y Amar, Richard, un amigo de Liz (la protagonista) que conoce en la India la aconseja cuando ella extraña a su exmarido diciéndole: “Extráñalo, envíale luz y amor cada vez que pienses en él y déjalo ir”. Cuando las cosas no funcionan, no funcionan. A veces tenemos la esperanza de que todo va a cambiar, porque estar lejos nos hace olvidar los pequeños detalles que sugirieron que era mejor terminar. 

Cuando extraño a mi familia, a mis amigos, a mi país, les envío luz y amor, como dijo Richard, y me acuerdo de las razones por las que estoy aquí. Estar lejos me reafirma que la felicidad es una decisión, y que es sano disfrutar de los sentimientos de tristeza, melancolía, nostalgia, saudade, para cuando sintamos la felicidad adentro (y alrededor) podamos apreciarla.

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