lunes, 1 de julio de 2013

La rueda y el perro

Hace unos días leía en el perfil de Facebook de Zeta, un amigo de Belo Horizonte, que los manifestantes brasileros se parecen a los perros que le ladran a las ruedas de los carros. No es de mi interés hablar de política en blog, a veces me seduce la idea de escribir sobre lo que estoy viviendo aquí en Brasil en relación a las protestas, mi casa queda a 3 cuadras de uno de los lugares predilectos por los manifestantes, sin embargo, desde que empecé a escribir aquí decidí no darle cabida en él a este tipo de temas.

La analogía que Zeta hizo con el perro se me quedó en la cabeza por varios días y ayer, en una charla con cervezas, la enfoqué desde otro punto. Cuando un perro le ladra a la rueda de un carro, lo único que hace (además de ladrar) es correr, ¿qué haría el perro si el carro parara? ¿Morder la rueda? Pedro Guerra, el cantante español, habla en uno de sus conciertos sobre lo que él llama la Ley del Deseo, y dice: "De repente tenemos la sensación de que queremos algo con mucha fuerza, nos volvemos locos por conseguirlo y cuando lo tenemos, se nos quitan las ganas de todo, bueno, de todo todo, no." Ahí está, muchas veces ladramos y corremos detrás de algo pero cuando el algo para, ya no queremos, o no podemos, o lo que sea, morder la rueda. ¿A quién no le ha pasado? Cuando se prueba ya no se quiere o cuando eso está ahí justo al lado, lo rechazamos. En palabras de Drexler, es como si la trama fuera más atractiva que el desenlace.
Fuente: Foto del Autor
Puede ser peligroso, es posible que la rueda nunca pare y nos quedemos como idiotas ladrando. Me pasó. Cuando tenía 18 fui detrás de un tipo que nunca paró, o mejor dicho, paró para decirme que mejor dejáramos las cosas así. Mis amigas en esos días me decían que no fuera boba, que el tipo no me iba a parar bolas, que lo mejor era desistir, pero la terquedad y la inocencia que me han costado trabajo quitarme de encima, no me permitían dejar de ladrar. La relación, que gran parte se mantenía por mi parte, fue muy dolorosa, y absurda. Ahora que ya ha pasado un tiempo me gustaría transportarme al pasado, pararme enfrente de la que era yo a los 18 y junto con mis amigas decirle que no sea boba, que el tipo no le va a parar bolas, que desista. El deseo se fue desvaneciendo con el tiempo, poco a poco, pero tuvieron que pasar varios días. El tipo por alguna razón que aun no entiendo me quería tener ahí, ladrando. 

Tenemos el chance de escoger si somos la rueda o el perro (o ninguna de las anteriores). Yo diría que en los 2 papeles hay cierto riesgo. Cuando somos perros, nos podemos quedar ladrando un buen tiempo si la rueda no para, como cuando tenía 18. Cuando somos rueda, puede que cuando paremos el perro huya, haciéndole honor a lo que dijo Pedro Guerra y escribió mi amigo Zeta. ¿Cuándo salimos menos lastimados? ¿De qué depende?


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2 comentarios:

  1. Excelente artículo!!!! Será que en términos psicológicos el perro representa la ansiedad? La cual fundamentalmente se genera cuando sentimos que perdemos el control de ciertas cosas que consideramos siempre controlables. Buenas reflexiónes!!!!

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  2. Wow decubrí tu blog hace poco y me encanta. Leí post anteriores y de verdad estoy de acuerdo en muchas cosas que has escrito. En cuanto al post de hoy me siento tan identificada con esa chica que eras a los 18, yo tengo 22 y hace algunos años también fui "el perro" que ladraba buscando atención que al final la consiguió pero no de la forma que quería. Posdata: Amo con pasión las canciones de Jorge Drexler hahah. Besos y abrazos.

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