sábado, 8 de junio de 2013

Mis dos mujeres

Esta semana recibí un correo de una amiga colombiana que está viviendo en España. La aprecio mucho porque estudiamos juntas en el colegio y además tenemos muchas cosas en común que nos conectan. El asunto del correo era “Auxilio”. Aquí les dejo lo que me envío:

Querida Matina, te escribo porque no sé qué hacer. Me di cuenta que otra vez dos mujeres habitan en mí. Una es casta y mojigata, ¡La otra es peor que diez Esperanzas Diaz juntas! Imagínate que estoy saliendo con un tipo que semanas atrás me presentó un amigo. Ayer estábamos en su casa y mientras él intentaba quitarme el brassier yo no hacía otra cosa, además de besarlo, que darle codazos. No es que el tipo no me guste, ni tampoco que no bese rico, sus labios y su lengua eran dos mariposas que se paseaban por mi boca con agilidad y sin apuro. La primera vez que lo vi pensé: “Tiene la cara bonita, a lo mejor besa bien”. Antes de besarlo la zafada me daba consejos, pero cuando empezamos la otra apareció en mí, después de un tiempito sentí el sonido de unos pasos que se alejaban, parece que la conservadora se quedaba y la zafada huía sin razones.

Autorretrato de Catherine Ortega - Behance - Flickr

Mati, vengo de una familia conservadora. Desde pequeña mi madre me ha dicho que las mujeres deben pisar la puerta de la iglesia siendo vírgenes. Con eso crecí no solo oyéndolo de mi madre, sino de mis tías, de mi abuela, de las monjas donde estudié, y de las señoras de la cuadra, de ahí salió la conservadora. Aquella que se acostara con alguien antes del matrimonio era una perra arrecha y bandida. Pero también, toda mi vida he estado rodeada de sexo, cuando tenía 11 años alucinaba con un niño que vivía a dos cuadras de mi casa. Él nunca me besó, y yo tampoco hice nada para que lo hiciera, porque la conservadora me hacía pensar que hasta los besos eran cosas del demonio y que estaba muy pequeñita (yo) para hacer las cosas que salían en las telenovelas.

Pero la zafada, algunas veces, ¡No le hacía caso a mis pensamientos! Por eso aceptaba ver porno con otros niños y niñas del barrio cuando sus padres no estaban. En el ambiente sólo se escuchaba el “¡Fuck, fuck, ohhh yeah, fuck!” de la mona que salía en la tele, porque todos nos quedábamos absortos viéndole el movimiento de cadera a la vieja y sintiendo que la vibración que nos nacía entre las piernas se esparcía por la espalda haciéndonos abrir la boca.

Con el tiempo las dos mujeres crecían, en algunos momentos la zafada era la reina, recuerdo una noche que le pidió a mi amante de turno irnos a un parque aquí en Barcelona, nos besamos tanto que nuestras bocas quedaron sin aliento y nuestros cuerpos con el ánimo suficiente para hacer lo que se nos viniera en gana. Creo que nadie nos vio, y, claro, la zafada era feliz.

Al día siguiente de eso la conservadora le dijo: “Yo puedo tirar más que tú, bandida”. La zafada le respondió: “¿Qué te estás creyendo, mojigata? ¿No te da vergüenza? Nunca vas a poder conmigo, soy superior a ti”. Matina, la conservadora me hacía vestirme provocativamente y mientras la zafada no se daba cuenta le aprendía sus mañas. Recuerdo muy bien todas las cremas, jabones y perfumes que me hizo comprar con la teoría de que todo empezaba con el roce. Mis uñas pasaron del rosa pálido al fucsia intenso y mis labios no se conformaban con un brillo transparente. La conservadora pasó de ver telenovelas a ser fan número uno de ‘Alessandra a tu manera’ y a aprenderle movimientos a Shakira. En algún momento yo no sabía ya ni qué pensar, la conservadora y la zafada me tenían sin personalidad y hace dos meses me tocó ir al psicólogo.

Yo llegué: “Buenos días señor, vengo porque dos mujeres habitan en mí además de mi misma”. Le conté mi historia, lo que mi mamá pensaba, lo del chico del barrio que me gustaba cuando era niña, le conté lo que hacía con mi novio, el colegio de monjas, todo. Yo esperaba que el tipo me diera una barita mágica, hiciera algo en mí, me recetara un libro de auto-ayuda, dijera algunas palabras al cielo, pero ¡No! El tipo analizó mis gestos, mi pose, lo que decía, mis ojos, luego de un tiempo de quedarse mirándome, me dijo: “Usted no tiene nada”. Y ahí sí quedé perdida.

Después de eso, la conservadora empezó a ser más atrevida, pero cuando se veía en la faena no se arriesgaba a cosas completas. Los hombres se aburrían, no me llamaban más. Por otro lado, la zafada quería saber lo que era amar, de vez en cuando me sacaba lágrimas oyendo canciones de Franco de Vita y Alberto Plaza. Haces dos semanas, después de bailar en una discoteca con el tipo con el que estoy saliendo, no supe cuál de las dos habitaba en mí, era tan confusos sus comportamientos que yo ya no tenía criterios para decir cuál era cual, a razón de unos cuantos besos me fui a la casa del hombre. ¿Quién habitaba en mí? pensé.

El tipo empezó a quitarme la blusa, el brassier, me quitó el pantalón, me besó hasta el último rincón de mi cuerpo, sus manos se paseaban por mi espalda, mis piernas y lo que no era pierna. La conservadora estaba en todo su esplendor y la zafada había salido en puntillas, porque todo malo es cobarde, para mí que se fue bien lejos, pero sé que pronto volverá, cuando se sienta un poco sola, un poco triste, con ganas de tirarlo todo por el balcón, o ¡Sólo con ganas de tirar!

No sé qué hacer, Matina. Ni el psicólogo ha servido. Me gustaría hablar contigo por Skype, ¿Cuándo puedes? ¡Un beso! Fika.

¿Me ayudan a responderle?

4 comentarios:

  1. A veces pensamos que hay dualidad donde realmente hay una sola y única entidad, porque las enseñanzas de nuestros mayores chocan con la perspectiva de nuestra sociedad actual, y en esa confrontación parece como si una parte de nosotros se separara del todo. No obstante, y aún siendo un tema bastante peliagudo a día de hoy, esas reprimendas y avisos por parte de madres, tías, abuelas y monjas no deberían coartar la libertad de acción de la chica en cuestión, ni de ninguna otra, porque esa era la opinión de entonces. Si una estima que ese tipo de menesteres está bien, si realmente una se siente bien con esos besos y caricias, ¿por qué sentirte como una perra por algo que, lo mismo, te puede aportar un camino lleno de felicidad a raíz de ese encuentro? Al fin y al cabo, si la “zafada” huía, sería porque el muchacho en cuestión, o lo que él pudiera hacer sentir, podía suponer una especie de amenaza…, como un refuerzo hacia la susodicha “conservadora”, no tan conservadora

    Me ha encantado el que compartieras esto y, la verdad, es que da que pensar.

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  2. Una incesante búsqueda en Una Misma, le podría ayudar a solucionar el asunto, Cris. ¿Cómo trabajar en ello? Qué complicado!!

    Abrazos!

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  3. Pienso que la dualidad es nada más que la reproducción de pensamientos que ni siquiera son nuestros. Tu amiga debería sentarse y respirando profundo ir depurando pensamientos que a consideración propia sepa que son incoherentes con lo que ella quiere para su vida.

    Buena carta/post. Un abrazo.

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  4. Estoy de acuerdo con el Psicologo, ella no tiene absolutamente nada, solo excusas y mas excusas como inventarse dos personalidades (yo diria tres) que supuestamente no son ella para asi librarse de su responsabilidad, ; solo falta, como dices en otros de tus textos, ser mas prudente, que vaya a una residencia o aun callejon sin salidad, si noy tiene dinero, pero un lugar donde hay niños o personas adultas que puedan tocar fluidos, solo pensarlo es asqueroso o ver esos actos sin quererlo tambien, esto no tiena nada de conservadora mas de mojigata que es fingir un recato exagerado.

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