sábado, 14 de mayo de 2011

Algo para ser leído a luz de una vela

Es la una de la mañana, la hora en que las heridas son más hondas y la sensibilidad más aguda. Detrás de mi,  y muy claramente, escucho el silencio de alguien que ya no está. De alguien que se fue con un adiós confuso, con un adiós que yo no había querido entender: la mano alzada moviéndose de un lado a otro no me decía nada.
A veces me pongo a pensar y creo que es indefenso, que es tan sensible como yo y que ha sido herido tantas veces como yo, pero lo único que logro con eso es reunir razones para buscarlo, porque en algún momento fui cobarde, me sentí sola y quería compañía, porque todavía sigo pensando en si llamar o no llamar, porque he sentido el rechazo tocándome el hombro, y es horrible.
Ojalá me salieran las palabras cuando está en frente para decirle que me ha hecho daño, que cada vez que lanza un "no" siento algo en el pecho, como una falta de aire, y lo pienso, y me siento tan regalada. Sentir. Sentir. Sentir. ¿Para qué?. No es algo más que un veneno para el corazón. Siento que no siente lo mismo que yo y no se va aunque diga adiós, no se va de esta cabeza que no tiene nada que hacer, no se va aunque mueva muchas veces su mano.

3 comentarios:

  1. la inmovilidad del corazón que nunca se congela, aunque siga frío.

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  2. mmm la verdad creo que uno siempre sabe cuando alguien quiere estar y cuando no, pero uno busca excusar sus acciones y darles méritos que no tienen... aish en fin, no creo ser la indicada en este momento para hablar de este tema.
    un Abrazote

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  3. Este texto me logro tocar tanto que me sucede igual, pero quedo en compañia de mis perritas Tothy y Bianca, y me llego aferra tanto a ellas, que deseo nunca dejarlas ir.

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