Cada
vez que salgo del avión cuando llego a Montería desde Brasil respiro profundo y
me quedo viendo el horizonte por el tiempito que me deja la persona que va
atrás de mi. Una de las cosas más lindas que tiene este lugar es su atardecer,
me idiotiza ver el cielo ligeramente lleno de múltiples anaranjados con el
valle del Sinú de fondo. Esta vez no fue diferente. Al dar el primer paso cuando
salí del avión respiré profundo, y me quedé viendo el horizonte hasta que la
señora que venía detrás de mi me tocó el hombro. Esperando las maletas pensé
que toda mi vida, o por lo menos por mucho tiempo, seguiré haciendo lo mismo
año tras año, hasta que ya no me quede otra persona que visitar en Montería.
Montería
es la ciudad donde nací y donde viví hasta los 17 cuando me mudé a Barranquilla
para ir a la Universidad. Ahora que vivo en Brasil vengo por lo menos a pasar
navidad aquí. Desde la primera vez que me fui no la he visto con los mismos
ojos. Mirar desde lejos siempre es más fácil. Entender lo que pasa en tu ciudad
cuando tienes tiempo de no visitarla, es paradójicamente más fácil. Nelson
Mandela decía: “No hay nada como volver a un lugar que no ha cambiado, para
darte cuenta de cuanto has cambiado tu”. Es exactamente lo que me pasa con este
lugar. Cada vez que me alejo y vuelvo me doy cuenta que aunque hayan más
centros comerciales y las personas coman sushi, esto sigue más o menos igual. Entonces
la que he cambiado he sido yo.
Y he
cambiado en varios cosas, aunque una amiga del colegio a la que me encontré
ayer en Alamedas me haya dicho que sigo “igualita”. Tal vez sea menos pendeja,
y ahora tengo las puntas del pelo pintadas de mono, pero además de todo eso, si
me crea un poco de aversión mi ciudad, y si me doy cuenta de que no ha cambiado
en nada, me pregunto ¿en qué otras cosas he cambiado yo? De la respuesta una parte está
construcción, y la otra ya la tengo clara, es algo que me pregunto todos los
días incluso cuando estoy en Brasil. Entonces, ¿qué no ha cambiado en Montería?
Los
múltiples anaranjados que veo en el atardecer solo se ven ahí. Pues la
diversidad aquí no es muy aceptada, sólo hay un tono de naranja. Todos quieren
el mismo carro, la misma casa, las mujeres quieren verse iguales, tener el
mismo cuerpo, el mismo pelo, la misma ropa, ir a los mismos lugares, usar las
mismas marcas, oír la misma música, comer en los mismos restaurantes, tener el
mismo celular y hasta las mismas aplicaciones. La belleza está padronizada,
como en muchas partes del mundo, siendo que aquí (y me atrevo a decir que en
gran parte de Colombia) reina la estética del narcotráfico, otra cosa que sigue
más o menos igual. Cuando el rio suena, piedras lleva, dicen por ahí y aquí sí
que suena el rio.
Cuando estaba en el colegio, era casi lo mismo, y me pregunto como pude vivir aquí tanto tiempo bajo el deseo común de ser algo que no somos y que lleva a muchos a aparentar y a vivir una vida que no les pertenece? Me duele profundamente saber que este lugar está muy lejos, por lo menos de los ideales de Mujica, el casi ex-presidente de Uruguay que vive en una casa “normal” sembrando hortalizas y cuidando animales y tiene como carro un ‘Fusca’ modelo 87. En mi ciudad no importa la calidad de vida, sino la cantidad que tienes para mostrar, porque entre más grande sea tu carro y tu casa, más poder tienes y entre más marcas gringas uses, más cool eres, y entre menos falso seas, más mirado por el encima del hombro eres. Este lugar sería hostil para una Frida Kalho, para una Chimamanda Adichie, para una Carla Morrison, para una Isabel Allende y tantas tantas tantas otras. Los anaranjados que hay en el atardecer sinuano no valen tanto la pena, quizás unos pocos admiren su belleza, así como las lunas de diciembre, aquí es más importante la ropa que traes puesta, y su respectiva marca que ser tu misma, y no un fotocopia de alguien que no sabe ni que existes.
Cuando estaba en el colegio, era casi lo mismo, y me pregunto como pude vivir aquí tanto tiempo bajo el deseo común de ser algo que no somos y que lleva a muchos a aparentar y a vivir una vida que no les pertenece? Me duele profundamente saber que este lugar está muy lejos, por lo menos de los ideales de Mujica, el casi ex-presidente de Uruguay que vive en una casa “normal” sembrando hortalizas y cuidando animales y tiene como carro un ‘Fusca’ modelo 87. En mi ciudad no importa la calidad de vida, sino la cantidad que tienes para mostrar, porque entre más grande sea tu carro y tu casa, más poder tienes y entre más marcas gringas uses, más cool eres, y entre menos falso seas, más mirado por el encima del hombro eres. Este lugar sería hostil para una Frida Kalho, para una Chimamanda Adichie, para una Carla Morrison, para una Isabel Allende y tantas tantas tantas otras. Los anaranjados que hay en el atardecer sinuano no valen tanto la pena, quizás unos pocos admiren su belleza, así como las lunas de diciembre, aquí es más importante la ropa que traes puesta, y su respectiva marca que ser tu misma, y no un fotocopia de alguien que no sabe ni que existes.
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Me gusta tu blog y lo que ahí se dice, Matina. También la estética general.
ResponderEliminarMe gustaría que conocieras el mío.
Un saludo. Luis. No sé si soy sexy pero leo mucho y bien.
www.suspendelviaje.blogspot.com
Saludos, Luis! Entré a tu blog y me gustó como escribes. Besos!
Eliminarmuy bueno.
ResponderEliminarGracias, Aiodi =)
EliminarEs interesante por que por aquí, en Chile, ocurre lo mismo. Sobretodo con las mujeres, bombardeadas de instrucciones de como debemos ser, actuar y parecer. Es bastante fuerte ser consciente de eso.
ResponderEliminarSaludos
Malditos Monteríanos, arruinaron Montería...
ResponderEliminarLos seres humanos son muy complejos. El sentirse diferente no hará un cambio, pienso que mas que juzgar a los demás debemos entender el por qué de sus comportamientos. Por eso no me gusta la típica chica que pones en la imagen mas adelante, se creen distintas pero en realidad son parte del nuevo tipo de persona que se cree mejor que X persona solo porque este ultimo suele actuar conforme a lo que su sociedad le dice.
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